Soy Gabriel Ernesto Benhabib, y a mis 77 años, los recuerdos de mi escuelita primaria, la Escuela N°12 del Distrito Escolar 12 llamada “Gran Mariscal del Perú Ramón Castilla” - que era más conocida como “La escuela de Conde” - siguen vivos en mi memoria y mi corazón.
Vivía en la
calle Zapiola, entre Palpa y Céspedes, y llegar al colegio, a solo tres
cuadras, vestido con mi guardapolvo blanco, era toda una pequeña aventura.
Al llegar, nos reuníamos en el patio. Cada clase se formaba frente al mástil, y
juntos izábamos la bandera mientras cantábamos Aurora:
Aquellos momentos eran solemnes, llenos de significado para todos nosotros.
Al sonar la
campana, nos dirigíamos a nuestras aulas. Recuerdo con nitidez dónde estaba mi
"primer grado inferior" y a mi maestra, la señorita Rojo.
Nuestro libro de lectura era Alelí, de Luis Arena, con el cual aprendí
mis primeras letras.
Yo soy el segundo de la primer fila
¿Y cómo no
recordar al maestro Cevallos?, una figura inolvidable.
El maestro tenía un curioso aparato, un pequeño dínamo del que salían dos
cables con mangos en los extremos. Cuando algún alumno se portaba mal o
interrumpía la clase, lo llamaba al frente. El niño tomaba los mangos, uno en
cada mano, mientras el maestro giraba una manivela, generando una leve descarga
eléctrica, una suerte de “alerta suave” para corregir el comportamiento.
O al maestro profesor Gil que nos preparaba para entrar al secundario.
Abajo mío, esta Ricardo (2do de la primer fila), amigo de toda la vida
con el que hoy seguimos teniendo una amistad de más de 70 años.