EL LOCO SCOFFONE



Escribe:
RICARDO PILO

EL LOCO SCOFFONE

Las calles de Colegiales y los mayores de 50 años conocimos al Loco Scoffone.
Un personaje urbano que recorría la zona a toda hora y que hacía al paisaje del barrio.

Nadie sabía a ciencia cierta en el barrio, porque estaba loco el “Loco Scoffone”, pero créanme que estaba reloco. 
Entre las versiones que corrían, yo adhiero a que Scoffone era un “Loco de la Guerra” y la más fuerte teoría comprobatoria, era su edad, su vestimenta y su apellido, todas pruebas que se van a ir dando a lo largo de este relato.

Mi relación con él se limitó siempre a mantenerme a la mayor distancia posible por el indisimulable miedo que me causaba… pero el Loco Scoffone siempre se aparecía cuando ya no había tiempo de huir y entonces no quedaba más remedio que soportar el susto que te daba. 
Cualquiera diría que quien está preparado para un susto, entonces no se asusta, pero con el Loco Scoffone esta regla no aplicaba. Irremediablemente el maldito te asustaría aunque lo vieras a distancia y supieras la que se venía…y mucho más si tenías, como yo, muy pocos años…

Quizás deba aclarar que de chico me volqué a las calles de Colegiales, es decir que fui un chico de la calle, aunque sin la gravedad que hoy implica dicho título. Chicos de la calle, en mi época, éramos los pibes que jugábamos en la vereda, la paseábamos, íbamos solos a las plazas, jugábamos en ellas y vivíamos al barrio sin los cuidados que hoy se imponen. 
Y nada tenía que ver con la falta de afectos, padres, madres, tutores ó encargados como dirían mis boletines de calificaciones de la primaria.
Quizás alguien no me crea si cuento que desde los 9 ó 10 años, yo me caminaba Colegiales en un radio no menor a las 10 cuadras a la redonda, incluyendo la villa de Colegiales, a la cual entré varias veces en busca de aventuras que nunca encontré. 
Y que la aventura nunca consistió en nada mas allá de recorrerla venciendo los prejuicios que por entonces también existían en los “clase media” como yo. Porque aunque los asombre, en las villas vivía gente trabajadora y no malandrina, podría haber algún borracho, no lo niego, pero no drogas ó armas ó la seguridad de ser robado al primer paso que uno pusiera en ella. Por eso es que, dicho sea de paso, reivindico a las villas de antes en donde no se encontraban hombres durante el día, porque todos trabajaban, y el único motivo que llevaba a la gente a vivir en villas era la extrema humildad económica y no la extremada miseria ética que hoy los aglutina.

Volviendo a mi radio de acción, debo hacer una salvedad. Nunca crucé Cabildo, porque sino mi vieja me mataba y nunca le conté lo de la villa. Así que les pido que no se lo cuenten ahora, porque se haría malasangre hoy mismo, de solo saberlo. Y así como la villa no contenía el elemento humano que hoy resguarda, tampoco las calles agredían con los peligros que hoy conocemos.
Salvo el peligro del Loco Scoffone, claro, que te hacía cagar de miedo, aunque no quisieras.


Todos los barrios tienen un loco en sus entrañas, tanto es así, que yo creo que ningún barrio puede adquirir la calidad de tal si no tiene un loco propio, un club social, un héroe y alguna puta. Son sin dudas, las condiciones mínimas necesarias para que una municipalidad, le otorgue un lugar en el mapa a un barrio y le permita funcionar autónomamente como tal.
Scoffone tenía 2 de ésos atributos, era un loco y hasta quizás un héroe, como veremos…
Como dije, había más ignorancia que teorías sobre la demencia del Loco Scoffone. Tanto así, que las vecinas que lavaban las veredas, sostenían las siguientes.
Primera teoría: El Loco Scoffone era italiano, como su apellido delata y se había vuelto loco en la guerra. Llegó a Argentina escapando de Mussolinni que lo perseguía personalmente por haber desertado de las filas de los camisas negras.
Segunda Teoría: El Loco Scoffone militaba con los camisas negras. Un día entraron a una casa de judíos y mientras él les pegaba a los dueños de casa por ser judíos, un par de compañeros de brigada, violaron y mataron a una visita ocasional que se encontraba en la casa. La visita era su novia. Él huyó porque los hermanos de la chica lo buscaban para matarlo. Igualmente pagó su culpa con la coherencia mental. Se volvió Loco.
Tercera Teoría: Scoffone fue rechazado de la milicia italiana por escasa capacidad mental y perdió un amor que corrió a los brazos de un soldado que la enamoró, marchando en los desfiles militares que acostumbraba a mostrar Mussolini. Maltratado por el ejército, carente de la autoridad que le hubiera dado un uniforme que lo ayudara a conservar a su novia y desairado en el amor, se subió a un barco proa a la Argentina y ya aquí, sólo por extrañarla con toda su obsesión, terminó por enloquecer.

Es una pena que a las veredas ya no las baldeen las dueñas de casa. Se ha perdido un frondoso historial de leyendas, ciertas o falsas, a quien le importa. Que sofisticada se ha vuelto la chusma para poder sobrevivir sin la fuerza de los brazos aplicada a las escobas que empujaban a la zanja los excrementos de los perros.
La tercera teoría es la que me parece más adecuada al Loco Scoffone.

Entre los años 1966 y 1969, yo me encontraba con él en mis rondas por el barrio. Se lo podía encontrar en la Estación de tren, o en el Club Colegiales, a media cuadra de la estación, en Teodoro García y Cramer. 
En aquel momento Scoffone parecía tener entre 40 y 45 años, lo cual ayuda a la teoría de haber vivido en tiempos de guerra y en tiempos de amor, en la Italia fascista.
Debo aclarar que mis incursiones por Colegiales eran siempre en verano, tiempo de vacaciones de la escuela, ya que en invierno, entre la Escuela de Conde (Gran Mariscal del Perú Ramón Castilla) por la mañana y la Chalom por la tarde, sin olvidar el frío de los crepúsculos de aquellas épocas que eran más fríos que los de ahora, no quedaba tiempo para recorrer el barrio. Así que yo, me lo encontraba en verano…

El Loco Scoffone tenía ciertas particularidades.
Era de contextura física grande, mal afeitado, su barba era casi siempre de 7 días o más y la decoraban algunas canas… Su cinturón siempre colgaba de costado, como una lengua de perro agitado… Tenía un paso largo, como de soldado de desfile, quizás por imitar a aquel ladrón de amores con quien había tenido que competir. Será también por eso que se lo solía ver con un uniforme de Boy Scout y una boina verde militar, dirigiendo el tránsito en Alvarez Thomas y Federico Lacroze, justo en el centro de las dos avenidas, en el lugar que antes, según dicen los que saben, había una garita de policía, que pertenecía la comisaría 33ª, lugar en donde todos conocían al Loco Scoffone.
Como dije, el Loco Scoffone, nos asustaba a los chicos, quizás no porque quisiera, sino porque tenía un tic nervioso, que nos sorprendía y por lo tanto asustaba.
El tic era así, Scoffone venía caminando de frente y siempre se aparecía cuando uno menos se lo esperaba y cuando pasaba por al lado, daba un salto, pegaba un grito, se estremecía, alzaba un poco los brazos, y cambiando el paso, seguía caminando… Podría decirse que el que se asustaba era él, pero como todos sabemos, si hay dos personas y de pronto una de ellas salta de un susto, el otro aunque no haya visto lo que asustó al primero, también se asusta. Así nos asustaba el loco Scoffone, asustándose él mismo. Lo peor eran el grito sorpresivo y el cambio de paso que era algo así como un “hipo” que mueve al cuerpo entero y el grito, se parecía al “MARCH” que se escucha de los sargentos cuando indican a la tropa, “de frente… March”. Un tic rarísimo, loquísimo, un hipo militar, un cambio de paso, una orden, un grito, un susto de morir, más si uno es chico… te agarra el terror…
Lo que no se entendía entonces era porque mierda este hipo chiflado le agarraba justo en el momento en que pasaba al lado de uno… 

Siendo ya adultos, da para sospechar que el Loco usaba su locura “a piaccere”, y entonces le cabría la acusación formal y callejera de que “lo hacía a propósito”. Pero como eso hoy no se puede demostrar, queda libre de culpa y cargo.
El Loco Scoffone tenía una gran autoridad para dirigir el tránsito, y como lo ayudaba el porte, parecía un sargento de caballería. El loco, actuaba los ademanes reglamentarios con un gran arte, los exageraba un poco, es cierto, pero era preciso a la hora de dar indicaciones. 
Daba risa, claro, ver como muchos automovilistas respetaban sus indicaciones hasta que se daban cuenta que el uniforme, más la facha, más el “hipo loco” más la cara desencajada pertenecían a un chiflado, más que a un policía… 
Entonces arrancaban de nuevo desoyendo los gritos y gestos de Scoffone que por toda multa se deshacía en insultos que engrosaban mi diccionario de la Real Academia de la “yeca”. Se agarraba las peores rabietas de su vida en ésa esquina. Literalmente hablando, se volvía más loco de lo que estaba…

Un día de ésos inviernos en donde era raro encontrarme con él, a la salida de la escuela Chalom, lo vi recostado en la vidriera, (como dice el tango) del almacén Villamil que estaba en Conesa y Federico Lacroze. 

Miraba hacia arriba y hacia enfrente el Loco Scoffone, miraba a una ventana cerrada que daba probablemente a una de las aulas. Enfrente se encuentra aún el “Patronato Español”. En aquellos años, era una escuela de alumnas pupilas que estudiaban y vivían dentro del convento con iglesia, monjas, catecismo, y todo… Como esperando algo estaba el Loco, como esperando a alguien…
Yo lo vi de lejos, pero lo vi tan absorto que me animé a seguir camino y pasar por al lado…
Cuando estuve a pocos metros lo escuche decir con su voz ronca, pero en un murmullo, “mi amor…”
Pasé a su lado confiado en que estaba metido en su mundo y justo cuando estuve pegado al él, adivinen que… otra vez la convulsión de terror “hipo loco, March, brazos en alto” y mi corazón saltando en el pecho, que me hizo cruzar Lacroze a la carrera…

En la esquina par de Federico Lacroze y Conesa, apenas a media cuadra de mi casa, había una casa de Marcos y Cuadros. Me gustaría agregar que en su vidriera este negocio expuso durante años un cuadro en donde se veía a una mujer que dejaba ver sus pechos desnudos, pero tapaba sus caderas con una sábana. Lo digo por dos cosas, la primera es porque si alguien necesita certificar la veracidad de este hecho, puede preguntárselo a Freddy Berro, con el cual nos volvíamos casi siempre juntos de la escuela Chalom y nos pasábamos varios minutos mirando ése cuadro y riéndonos por lo que estábamos viendo. En segundo lugar, porque debo confesar que esas fueron las primeras tetas que vi en mi vida y porque de algún modo hoy lo voy a relacionar con el Loco Scoffone.
Parado entonces, y recuperando el aliento, al refugio de la distancia que me daba la avenida, me quede mirando como esperaba el Loco Scoffone, y creo haber adivinado unas veces más en la lectura de sus labios la frase “Mi amor” y otra vez “Mi amor”…

No sé cuantos minutos pasaron, pero ocurrió lo inesperado… se abrió la ventana del aula de las alumnas pupilas y aparecieron unas quinceañeras que entre gritillos y risitas le hacían caritas, señas y le gritaban cosas al Loco Scoffone que quizás muerto de alegría y de pasión les gritaba…“Mi amor” y otra vez “Mi amor”…
Para quienes necesiten ajustarse estrictamente a la veracidad histórica debo terminarles aquí mi anécdota diciendo que pocas veces más me encontré con el Loco Scoffone en los sucesivos años, hasta que simplemente, en 1977, no lo vi más. Cuentan aún, aunque son poco confiables, las pocas chusmas que quedan baldeando veredas, que un día el Loco Scoffone se animó a más y se fue a los límites de Colegiales a dirigir el tránsito de las 6 esquinas, en donde se juntan 3 avenidas, El Cano, Álvarez Thomas y Forest y que un automovilista irrespetuoso de los chicos Scout y de la demencia ajena, le pisó el uniforme de Boy Scout y también la locura, a toda velocidad. Dicen que murió en el Hospital Pirovano, con los ojos abiertos, mirando enfrente y mirando arriba, recostado en una almohada, susurrando “Mi amor” y otra vez “Mi amor”…

Pido disculpas si “la verdad” en este caso no es sabrosa, pero quizás puedan quedarse pensando que “el Loco Scoffone” no era un “Loco de la guerra” sino un “Loco de Amor” que visitaba a su amada con su uniforme militar de Boy Scout, esperando poder recuperarla para comenzar una vida nueva, más feliz, más coherente y menos loca.

Pero para aquellos que me permitan usar la imaginación quiero contarles otro final, no menos trágico, pero más heroico que reivindica a las figuras de héroes y de locos que tienen los barrios.
Volvamos al momento en que El Loco Scoffone estaba recostado en la vidriera de Villamil, esta vez lleva un pequeño ramito de flores que fue robando de algunos jardines, metiendo la mano entre las rejas que ya empezaban a formar parte más presente de la arquitectura barrial.

Es el año 1977, yo tengo 21 años, esta vez estoy parado en la ferretería de Conesa y Lacroze, en diagonal a la esquina de Villamil, todo sigue igual en Colegiales, salvo el cuadro de la mujer semidesnuda que desapareció al instante en que se instaló en la misma esquina la Pizzería Pinocchio.


Lo que ha cambiado es el país, la violencia terrorista de los últimos años dio lugar al terrorismo de estado, los discursos urbanos dicen más o menos estas cosas:
“no se sale sin documentos a la calle y la locura no está bien vista, porque si está loco, es porque algo habrá hecho y porque la locura nos hace acordar a ésos hippies impúdicos que trajeron la moda de tener relaciones sexuales antes de casarse, despreciando descaradamente a la institución familiar y religiosa…y hablan de un mundo de paz en donde de lo único que sabemos es de violencia y guerras, y nos quieren cambiar el orden constituido y el derecho a trabajar en paz. Totalmente extemporáneos estos hippies de pelos largos y amigos de subversivos a los que hay que aniquilar por una orden de la ex presidenta María Estela Martínez de Perón antes de ser destituida, encarcelada y luego deportada a España.”

Una guerra diferente de la que volvió loco a Scoffone, pero con el poder de volver loco a cualquiera. Es susceptible este país de 1977, peligroso, impune y de gatillo fácil. Su presidente de facto, jorge rafael videla, una especie argentina de reencarnación no bíblica de amalek, que reencarnó en amán, que reencarnó en hitler, quienes no merecen mayúsculas (como dice mi amigo Gaby Benhabib). Su presidente de facto, decía, quien aún hoy, en Enero de 2013 cumple con la pena de reclusión perpetua, por crímenes de lesa humanidad, con arresto domiciliario en Argentina, y que aún vive por obra de Ds” imagino que con el único objetivo de que este país de endeble memoria no se olvide de ésa época infame y asesina, manteniéndolo a él como referente y para que sufra con una vida larga e inútil, toda la muerte que sembró. Su presidente repito, junto con su junta militar, está ocupado en 1977 del secuestro y exterminio de trabajadores, y de buenas almas que se ocupan de la pobreza, de la instrucción y del rescate de gente que hoy sobrevive en sus hijos, en la hambruna, en la ignorancia y fuera de toda cultura de trabajo.

El Loco Scoffone espera y murmura “Mi amor” y otra vez “Mi amor”…y yo me acerco al buzón rojo del correo para poder ver que mira el Loco Scoffone.
No sé cuantos minutos pasaron, pero ocurrió lo inesperado… se abrió la ventana del aula de las alumnas pupilas y aparecieron unas quinceañeras que entre gritillos y risitas le hacían caritas, señas y le gritaban cosas al Loco Scoffone que quizás muerto de alegría y de pasión les gritaba…“Mi amor” y otra vez “Mi amor”…
Pero pasó algo más, una de las chicas quizás para reírse del Loco y al amparo de las rejas y la altura que la separaba de Scoffone desprendió su camisa del uniforme, dejo ver primero sus pechos enguantados en el corpiño blanco colegial y luego levantó la prenda dejando caer sus pechos firmes y juveniles. Se movió de izquierda a derecha una y otra vez para bambolear sus frutos y provocar al loco.
El Loco Scoffone, al igual que yo hacía algunos años, había visto, pero en la vereda de enfrente, por primera vez los pechos de una mujer…

Toda la escena duró pocos segundos, los suficientes como para que la madre superiora enloqueciera más que Scoffone y como para que el loco se excite como un loco. Las ventanas del aula se cerraron tan de repente como desaparecieron las niñas, pero era tarde para el Loco Scoffone que cruzó Conesa a toda velocidad e intento cien veces saltar y saltar para alcanzarle el ramito de flores robadas a la atrevida alumna pupila.
Finalmente y con un esfuerzo sobrehumano trepó por las rejas y logró ascender por la pared y cometió su acto de heroísmo… dejó las flores en la ventana y gritó …“Mi amor” y otra vez “Mi amor”…
Alguien, quizás la madre superiora o algún vecino de aquellos que denunciaban anormalidades y disturbios en la vía pública por sospechosos no identificados, llamó a la policía, que llegó con un carro y dos tranvías ( diría Charly García). Los 3 patrulleros bloquearon el paso de la avenida y llegaron con ése afán de matar que siempre tienen. Uno de ellos llego por Conesa de contramano, todos sin sirenas, en silencio, como la muerte.
La mayoría de los efectivos de la comisaría 33ª conocían al Loco Scoffone, así que enfundaron sus armas y le gritaron ¿qué haces LOCO, te volviste loco???
Y Scoffone antes de responder, nervioso y feliz por su reciente proeza, tuvo su hipo convulsivo, saltó, cambio el paso, levantó un poco los brazos, se asustó de nuevo, esta vez de su proeza.
Ése movimiento debió haber asustado al cabo 1º Emilio Santos, que era nuevo en la dependencia y que no conocía al Loco, debió asustarse tal como nos asustábamos los chicos, sólo que preparado para cualquier circunstancia sospechosa, reaccionó como policía de la época, sacó su arma, disparó 2 veces al bulto y gritó después… ¡quieto! Identifíquese!!!

Lo vi morir sobre Conesa, con los ojos abiertos, mirando enfrente y mirando arriba, recostado en la vidriera del almacén Villamil, susurrando “Mi amor” y otra vez “Mi amor”…
Nadie reclamó el cuerpo, nadie lloró por el Loco, nadie le contó a la niña que por ella había muerto un hombre, nadie culpó al policía que había actuado en legítima defensa al ver un movimiento brusco por parte del occiso aunque por toda arma el finado llevara un cinto que colgaba de su cintura, como una lengua de perro agitado y con el cual, sin dudas, habría amagado atacar…

Así termina esta historia que lejos de buscar culpables, pretende exorcizar el miedo que me causaba y darle un color más romántico y más heroico, para que el Loco Scoffone, ya sea por un final o por otro, no deje de ser un mito urbano en Colegiales…

No hay comentarios: